martes, 18 de abril de 2023

Divagación Infinitesimal (Capítulo III)

 El tiempo en que todo existe

Se había quedado callado, me miraba entre absorto y tierno mientras bebíamos el vino que recién había servido. Me observaba detenidamente mientras daba pequeños sorbos a su copa, me sentí nerviosa bajo su mirada, de súbito hablo con voz serena fiel a sus maneras:

— ¿Te puedes desabotonar la blusa? —la petición me tomó por sorpresa, todo desapareció a mi alrededor y sólo lo veía a él en medio de la realidad difuminada. Cómo si tuviera que obedecer una orden inobjetable empecé a desabotonar mi blusa, sin decir palabra, hasta llegar al último botón con mi mirada extraviada en la de él.

— Ahora desabrocha tu sostén —me indicó quizá percatándose que el broche quedaba adelante del sostén, con un movimiento rápido lo abrí y mis senos quedaron a su vista, sentí de repente mucha vergüenza e intenté cubrirlos con mis manos.

— Acarícialos, son lindos como los imaginaba, ¡que pezones tan perfectos tienes! -estuvo un rato observado mientras yo me acariciaba y daba pequeños pellizcos a mis pezones cuando de pronto volvió a prorrumpir:

— Sube tu falda, baja tu calzón y abre las piernas —Ante tal exigencia un repentino temblor se apoderó de todo mi cuerpo, sentí una especie de taquicardia y obedecí sin oponerme, retiré mis bragas y abrí las piernas.

— Se ve hermosa tu vagina afeitada, ábrela por favor y tócate —como autómata lo empecé a hacer y me di cuenta de que escurría, ¡literalmente mi vagina escurría!, apenas rocé mi clítoris y una andanada de placer usurpó mi razón. Entonces metí dos dedos mientras lo observaba, me di cuenta de que él sabía perfectamente el deseo que había despertado y con el cual jugaba conmigo, además del hedonismo en que ahora me tenía.  Metí los 5 dedos en mi vagina y mi cuerpo respondió con contorsiones coyunturales mientras mis jadeos y quejidos de deleite llenaron el recinto. El sillón emitía rechinidos a cada convulsión mía. Les juro que nunca imaginé que el placer existiera en tal magnitud e intensidad, concebí que el observador transgredía el espacio íntimo sin siquiera moverse y lo transformaba hasta ser parte del suceso. Abrí los ojos y él sólo observaba sin tocarse siquiera, yo jalaba aire, gruñía, exhalaba y gritaba, jamás había experimentado tal excitación acompañada del placer que estaba sintiendo. El orgasmo me tomo de una manera impúdica, hubiera querido ser el observador para mirarme de la forma insólita en que debía encontrarme batida, retorcida y gimiendo.

Unos minutos después de haber concluido en cuanto me recuperé y me acomodé la ropa, me levanté tambaleante, me miró y volvió a beber de su copa.

— Me tengo que ir, ya se me hizo muy tarde —Le dije sumamente alterada y aún con temblores post orgásmicos, me miro y sonrío.

— Gracias “A” fue un momento irreverente, intemperante y lindo. —Me despedí con una sonrisa y sin decir más salí casi corriendo, si estaba realmente alterada y muy excitada, me di cuenta de que mis calzones estaban empapados, no comprendía lo que había pasado.

 

Lo había conocido algunos meses atrás. Después de la fiesta de despedida de soltero a la que había acudido. Uno de los asistentes de nombre L me llamó para contratarme y nos vimos un par de veces, esta sería la tercera cita, a diferencia de las otras ocasiones quedamos de vernos en el bar en que ahora me encontraba. Recibí su llamada avisándome que sería imposible que llegara, había tenido un contratiempo, me pedía disculpas y decía que de todas maneras me iba a pagar lo convenido. Sin más que hacer ya que mi esposo no estaba en casa me pedí otro trago y me puse a escuchar a los que cantaban en el bar y mirar a los parroquianos.

Se encontraba a dos mesas, estaba sólo y llamó mi atención, era delgado, alto, vestía con un saco de color verde pálido y una playera negra, se miraba pulcro. ¿Cuántos años tendría? ¿50 ó 60? pensé, no podía adivinarlo ya que tenía un aspecto jovial que lo hacía atractivo. Charlaba y bromeaba con los meseros, con los cantantes y de repente saludaba a alguien. Sintió mi mirada y volteo, sentí que se sorprendió un poco pues no alcancé a desviar mi vista encontrándome con la suya sosteniéndola, alzó su trago hizo un ademán hacía mí y se giró. Intenté ya no volver a mirar hacia donde estaba, pero me ganaba la curiosidad, e intercambiamos otro para de miradas fugaces. Cuando menos lo esperaba se encontraba parado a un lado de mi mesa.

— ¿Me quieres acompañar a mi mesa?, creo que a quien esperas ya se perdió de tu compañía, espero no equivocarme —desde ese momento me di cuenta de que sus palabras ejercían un raro sortilegio ya que tomé mi bolso y sin más me dirigí a su mesa mientras el mesero transportaba mi copa y lo que comía como entremés. Nos sentamos y se presentó.

— Hola señorita, Me llamo A y agradezco los minutos que puedas regalarme para mi placer visual de tu presencia, sin menoscabo de tu conversación claro está, para las buenas sensaciones en esta linda tarde.

Sus palabras me hicieron sonreír y pude apreciar su boca de labios delgados, su ceja poblada, su rostro jovial con apenas ligeras líneas de expresión, “¿debe andar en los 50, 55, 60 años?”.

— Mucho gusto, también me llamo A —solté una pequeña carcajada — somo tocayos, ¿Qué coincidencia no?, y si me dejaron plantada.

— Ya lo creo, aunque las coincidencias no existen. ¿Qué estás tomando?

— Tequila con toronja ¿y tú?, ¿vienes con frecuencia?, yo no conocía es mi primera vez aquí

— Ron y si tengo algunos años de asistir y de alguna manera también me dejaron plantado mis camaradas, solemos reunirnos los jueves para comer, echar un trago, una cantada y salvar el mundo de las inmundicias. ¿A qué te dedicas?

— Soy actuaria y trabajo en un despacho que atiende y asesora desde microempresas hasta grandes empresas — Y puta en mis tiempos libres pensé — ¿y tú?

— Soy Ingeniero, trabajé diseñando plantas industriales, después fundé una empresa con mis camaradas para además de diseñarlas construirlas, pero ya me jubilé y dejamos la empresa en manos de nuestros colaboradores, se la heredamos. Divorciado, con dos hijas y la más chica vive conmigo. Ahora sólo enseño cálculo infinitesimal, leo a Neruda y canto aquí canciones de antaño, de vez en cuando el universo me da el privilegio de admirar a una chica guapa como hoy.

El tiempo se me fue sin sentir, cuando me di cuenta ya habían transcurrido cerca de tres horas entre tragos, anécdotas y canciones que pidió a los músicos y me dedicó. Cuando llegó el momento de partir e intenté pagar mi cuenta me dijo que no que él me había invitado, me sentía contenta y agradecí que me cita no hubiera llegado.

— El siguiente jueves sino tienes nada mejor que hacer por aquí andaré, aunque también cualquier otro día de la semana —sonrío y nos despedimos.

La siguiente semana atendí a L que me había cancelado y otro más el miércoles, mi clientela iba aumentando y cuando alguien me dijo que si podía el jueves me negué, pensando en A y quizá asistir a otra tarde con él.

Cuando llegó el día aún dudaba en ir sobre todo porque mi esposo no trabajaría ese día, pero el universo confabuló a mi favor ya que me dijo había pedido el día para asistir a su madre en unos exámenes médicos y se quedaría en casa de ella.

Llegué a casa y me puso un vestido no tan corto, apenas arriba de la rodilla, pero si ajustado. El día que lo conocí, aunque iba con mi cliente iba recatada porque había tenido que asistir a una junta de trabajo. Quería gustarle, aunque no sabía el por qué, deseaba pasar otra tarde como hacía una semana.

Cuando llegué al bar y entré lo pude ver en la misma mesa con 4 personas más, dos hombres y dos mujeres, tenía puesto un saco verde parecido al que llevaba cuando lo conocí, aunque no era el mismo y también, de nuevo una playera negra con sus mismos zapatos de gamuza. Me acerqué y saludé, sorprendido se levantó y diciendo mi nombre me abrazó como si nos conociéramos de mucho tiempo y me dio un beso en la mejilla, me presentó.

— Le presento a A, ellas son E y T —las dos mujeres tendrían quizá mi edad o un poco más eran guapas y sentí un poco de decepción tener que compartir con ellas —Él es R y aquí tenemos a MA  —abrió una silla y me invitó a sentarme, apenas lo hice y las dos chicas se despidieron, sentí un gran alivio y si unos segundos antes pensaba que mi estadía sería corta ahora estaba en la disposición de dejar que la tarde me llevara.

— ¿Y de dónde conoces a este viejo A? —dijo R con una sonrisa socarrona

— No sean celosos el cielo premia a los que nos portamos bien.

— De hecho, recién lo conocí y me invitó para conocerlos a Uds. —dije tratando de ser diplomática

—Este par no merecen tu sutiliza, son unos gandules —quizá tendrían su edad, no lo sé, R era bajito pero guapo, MA era más alto, de ojos verdes y mirada traviesa.

Una vez pasadas las formalidades de la presentación pidieron mi trago y botanas, los cuestionamientos sobre mí fueron sin importancia como si fuera ya parte de su grupo, empezaron a contar anécdotas, a hablar de política, de cine, de libros y sobre todo de música. De repente se planteaban cuestionamientos que a mi parecer eran o muy ingenuos o no llevaban a nada, pero sobre los cuales discutían de manera acalorada y exponiendo datos desconocidos para mí, cuando pedían mi opinión me quedaba yo como idiota, y pensaba "tendré que investigar al respecto". Mientras reflexionaba sobre el tema entre ellos se pendejeaban y de pronto soltaban la carcajada. 

La vez anterior me retiré cerca de las 9:00 pm.  ahora eran casi la 1:00 am. y ahí seguíamos, eran sorprendente como bebían si dar visos de ebriedad contrario a como yo me sentía. Me levanté al sanitario y pude percatarme como A me miro, me sentí alborozada de llamar su atención.

— Me tengo que retirar  

— Si traes auto no puedes manejar así, permite que te llevemos.

— Gracias, pero vine en taxi ahora llamaré uno — Así lo hice y A me acompañó a abordarlo en cuanto llegó.

— Espero no sea la ultima vez —se despidió con un beso en la mejilla y subí al auto.

Llegué a casa, me sentía borracha como nunca en mi vida, pero a la vez ligera y contenta.

Las reuniones se sucedieron con regularidad y poco a poco me fui adaptando, en una de ellas me enteré de que las chicas que estaban la segunda vez que asistí, eran colegas, o sean eran putas.

— Bueno no pienses que usamos sus servicios o algo así —comentó MA —sino que venden otras cosas, como perfume, carteras, relojes, etc. y como les compramos a veces le invitamos una cerveza y listo.

— ¿Y siempre les compran?

— Casi siempre, porque hay que mover la economía del país —comento A con su sonrisa clásica y pensé que de alguna manera les tendría que decir que eran colegas.

A menudo me sucedía que estando con ellos, mi teléfono no dejaba de sonar, generalmente eran clientes que solicitaban un servicio o bien me invitaban a salir de otra manera, a lo cual siempre me negué, tenía bien claro que sólo era un trabajo, pero constantemente me paraba y salía del bar para atender las llamadas. Nunca preguntaban nada, ni hacían alusión a que a veces me tardaba varios minutos.

En cierta ocasión llegué ya tarde porque tuve que hacer maroma y teatro para poder asistir, cuando arribé se encontraba sentada una mujer de edad madura, rubia y atractiva. Me senté y me la presentaron enseguida me di cuenta de que le coqueteaba descaradamente a A, sentí la punzada de los celos y me acerqué a R y le pregunté en voz baja.

— ¿Y esta pinche vieja qué onda?

— No hagas caso enseguida se va siempre le ha coqueteado, pero él ni al caso. —por si ellos no se habían percatado me di cuenta que me había evidenciado; que A me atraía sobremanera y me sentí vulnerable…Mi Dios me estoy enamorando discurrí. La chica se fue y R comento:

—Cómo nuevo miembro, además de ser el relevo generacional, de este grupo de dipsómanos tienes que pagar tu inscripción la cual equivale a debes invitar los tacos hoy mismo sin pretexto.

—Pues digan donde y estoy puesta.    

Fuimos a los tacos y al terminar era temprano de acuerdo con como habíamos terminado en otras ocasiones, R y MA se despidieron y A me dijo.

— ¿Quieres beber una copa de vino?, tengo uno muy bueno en la casa

— ¿Pero no se molestará tú hija?

— No para nada, y además no está anda de viaje en Alemania, y regresará hasta dentro de un mes.

Llegamos a su casa, la cual estaba llena de libreros repletos de libros por todas partes. Pasamos a una sala igual con muchos libros, discos y una pequeña cantina.

— Debes probar este vino A está exquisito, te prometo que te va a encantar —Llenó dos copas y me dio una, se sentó frente a mi en un sillón de piel desvencijado.

Se había quedado callado, me miraba entre absorto y tierno mientras bebíamos el vino que recién había servido.  

 

El siguiente día de reunión no sabía si debía ir o dejar pasar más días, el ignorar cómo lo habría tomado me desajustaba el ánimo, bien dicen que no es la realidad sino lo que uno se imagina lo que realmente te afecta. Me decidí y me encaminé hacía la cantina, al llegar sólo él se encontraba en la mesa de siempre intercambiando palabras con el capitán de meseros, se veía guapísimo había cambiado de lentes, eran más pequeños, pantalón de mezclilla y ahora con un saco café claro y playera blanca. Como generalmente lo hacía se levantó me abrazó y me dio un beso tronado en la mejilla.

— Pensé que no vendrías, ¡Estás guapísima!

— ¿y cómo por qué no iba a venir?

— Por lo que pasó, siempre la sensibilidad femenina es indescifrable, pero si no venías te iba a ir a buscar, ¿a dónde? no lo sé.

— ¿Por qué no me cogiste? —la pregunta lo tomó por sorpresa, hizo cara de extrañeza y se quedó pasmado unos segundos.

— ¡Porque no me lo pediste!, yo te pedí lo que yo quería hicieras, pero no sabía si lo ibas a hacer y mucho menos si ibas a querer que te cogiera, opté por lo de una respuesta más inmediata, ya fuera positiva o negativa.

— Quiero que me cojas, hoy mismo, de hecho, ya —abrió los ojos desmesuradamente y sólo atinó a balbucear.

— ¿Segura?

— ¿Tengo cara de estar jugando?

Le pidió al capitán de meseros que les avisara a MA y R que nos habíamos tenido que ir y pagó.

— ¿Traes auto?

— No, sabes que cuando vengo prefiero hacerlo en taxi.

Le trajeron su auto y subimos, cuando me di cuenta habíamos llegado a su casa, me abrió la portezuela y cruzamos el jardín y entramos, subimos las escaleras y llegamos a lo que supuse era su habitación. Apenas se quitó el saco me abalancé sobré él y lo besé desesperadamente metiendo mi lengua en su boca y mordiendo sus labios. No supe cómo ni cuando bajó su pantalón, levantó mi vestido y me empezó a manosear, yo seguía ensimismada explorando su boca, tampoco vi cuando se puso un condón ni de dónde lo tomó. Lo sentí dentro, ardiendo, hinchado, invadiéndome salvajemente, me tomó de las nalgas y me levantó para penetrarme con mas fuerza. Mordí su lóbulo derecho y arañé su espalda cuando sus movimientos se hicieron rudos y los ruidos de nuestros genitales chocando y chasqueando se volvieron extraordinariamente escandalosos.

— Eres un cabrón, bien sabías como me tenías, sigue cogiéndome —le decía al oído mientras su verga me resbalaba de adentro a afuera y viceversa, me dejó venir primero para después él eyacular resoplando, cuando se vino se salió de mi se quitó el condón y se sentó en la cama.

— Lámela y sorbe lo que queda. —así lo hice y saboreé su semen. Tenía un sabor agradable, diferente a todos los que había probado en los últimos meses.

Ya más tranquilos y recostados desnudos en la cama, acariciaba su cuerpo recio y bien formado para su edad, me encantaba.

— ¿Te quedas?, mañana temprano te preparo el desayuno.

— Realmente me gustaría, pero no puedo, tengo que confesarte un par de cosas, pero ahora sinceramente no sé cómo lo vas a tomar. La primera soy casada y la segunda, más grave que la primera, en mis tiempos libres soy puta —dejó de abrazarme y puso la almohada contra la cabecera y se acomodó en ella.

  Sabía que eras casada, cuando te conocí y ya te ibas me di cuenta de que al salir del bar te pusiste un anillo, posteriormente me fije en tu mano y aunque eres muy blanca se nota la huella del uso del anillo. ¿Entonces no trabajas de actuaria?

— Si y soy jefa de área, pero es una larga historia que si aún quieres que nos sigamos viendo te contaré, como te digo en mis tiempos libres soy puta, así sin más ni menos.

— Por lo de que eres casada tú sabes como manejas tu situación yo agradezco el tiempo que has querido compartir conmigo, con nosotros y desde luego eso no cambia las cosas mientras no te traiga problemas. De que seas puta pues tampoco, bueno eso digo de dientes para afuera jajajaja, ahora una pregunta ¿qué seremos?

— Yo creo que seguimos siendo muy buenos amigos ¿qué opinas? —sabía que la había cagado, pero ni modo de decirle “tú solamente debes estar para mí, olvídate de todas las viejas ofrecidas del bar, de las que tendrás en tus otras actividades.

—Me parece muy bien, y hecha la autocrítica te repito…me gustaría que te quedaras.

 

Las cosas continuaron sin cambios aparentes, a R y MA no les comentamos nada, pero había pequeños detalles que se empezaron a dar. Cuando estando con ellos entraban llamadas y me salía a atenderlas A me reprochaba que me tardaba demasiado o bien cuando alguna mujer se acercaba a saludarlo yo le recriminaba que les diera alas, no pasaba a mayores, pero eran detalles que no pasaban desapercibidos.

Empecé a coger frenéticamente, a veces atendía un cliente y luego iba a ver a A, ya no sólo los jueves, y cogíamos, llegaba a casa y cogía con mi marido.

Le avisé que no asistiría ese jueves, suponiendo el porque no preguntó nada simple y lacónicamente me dijo “te cuidas”. Cuando terminé con mi cliente salimos del hotel y nos despedimos subió a su auto y se fue, al intentar arrancar el mío no encendió, lo primero que me vino a la cabeza fue llamar a A.

— ¿En dónde te encuentras? necesito tu ayuda —Le expliqué la situación y a los pocos minutos llegó

— Si efectivamente creo que es la marcha tendremos que llamar al seguro.

— ¿Le puedes llamar? a mi dio pena vinieran aquí y yo sola por eso no lo hice —le dije avergonzada

Llego el seguro y en pocos minutos la grúa. Se ofreció llevarme a mi casa.

 — ¿Estás enojado?, no te molestes amor por favor.

— No lo estoy A, sólo cavilaba, ¿Te gusta lo que haces?

— Mira al principio fue el morbo, después el dinero, pero no te voy a mentir ¡si me gusta¡, me excita el saber que puedo cobrar por ello, pero mira bien lo que te voy a decir porque no lo voy a repetir, esto lo puedo dejar, de hecho, así lo tengo planeado aunque no ahora porque también involucra planes económicos, al que no puedo ni podría dejar es a ti, si tú ahora me dices que lo deje te juro que lo hago, te amo pero también amo a mi esposo, quien diga que no se puede amar a dos personas a la vez no sabe lo que dice.

— No, no puedo pedirte que lo dejes porque imponer de esa manera es chantaje, sólo si lo permites puedo ser tu perfecta comparsa sin derivas, convirtamos esto en el tiempo en que todo existe y escapemos de ser meras sombras

 

 


  

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