jueves, 19 de septiembre de 2024

La mundanidad en el mundo

Sabía que no tenía muchas ganas de ir con mis amigos, entonces me pareció buena idea que ellos vinieran, él se sentiría mejor, estaríamos en su elemento y si, también en el mío si lo vemos sin aversión a mis compinches de la socialité. Él llamo a H y yo a ellos, subimos y una chica atenta nos colocó en nuestra mesa; nos mencionó lo que había de alimentos con las bebidas, afuera llovía nuevamente, las gruesas gotas dejaban vislumbrar la iglesia y la explanada a través de los árboles, “bonita postal para tomar unos rones” me dijo circunspecto mientras ordenaba un par de ellos. A los 20 minutos llegó H, y pocos minutos después mi amiga, su pareja y una camarada de ellos.

Al calor de los rones y de canciones de antaño conversamos de las fantasías sexuales, individuales y de pareja, B  la amiga de ellos se mostraba muy interesada en las opiniones de cada uno. H mostraba su humor sarcástico de siempre, nosotros navegábamos entre la sugerente sensualidad y la paliativa sensibilidad, L que así se llama mi amiga y G, su pareja en un limbo del cual no se atrevían a salir, sólo preguntaban entre cohibidos y apremiados,  tratando de disfrazar sus comentarios.

En un momento que cruzamos las desavenencias del tiempo con la concretización de las indóciles fantasías, él me miró a los ojos y dijo:

- Recuerda que la deshora siempre llega a tiempo.

- Si por eso aunque llegaste tarde a mi vida llegaste a tiempo.

Cuando partimos, L nos pregunto que se podíamos dejar de camino a G ya que quedaba cerca de nuestra casa.

- Por supuesto –contesté, nos despedimos y partimos. Los tres íbamos callados, ensimismados en nuestros pensamientos. A punto de enfilar hacia su casa, según sus indicaciones, rompió el silencio.

- ¿Me puedo quedar con Uds.?  

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