martes, 30 de agosto de 2022

Divagación Infinitesimal (Capítulo I)

 Ingrávida propuesta

Antes de concluir la universidad trabajaba yo en un despacho de actuaría, al finalizarla me incorporé de tiempo completo. Ahí conocí a un chico del cual me enamoré y al cabo de un par de años nos casamos. La política de la empresa no admitía matrimonios como empleados de ésta, así que decidí ser yo quien renunciara.

 A las pocas semanas conseguí un nuevo trabajo, bien remunerado y con mejor ubicación respecto a nuestro hogar. Paso poco tiempo cuando ya tenía yo clientes exclusivos que me asignó el jefe de mi departamento, y tres colaboradores bajo mis órdenes.

En cierta ocasión salí a hacer una visita a la empresa de un cliente, regresé en taxi a la oficina, el chófer se equivocó y se alejó unas calles de mi destino, un poco enfadada decidí bajarme pensando que ya estaba cerca. Empecé a caminar y al abandonar la avenida principal me metí por una calle un tanto concurrida para cortar camino, de pronto me sorprendió ver tantas mujeres en la acera y caí en cuenta que se trataba de sexoservidoras. Comencé a caminar entre ellas  apresuradamente para cruzar hasta el parque cercano, cuando alcazaba el final de la calle se detuvo un auto cerca de mi y bajaron la ventanilla

 —¿Cuánto? —me dio un vuelco el corazón y apresuré el pasó. Por fin llegué a mi oficina y mientras subía por el elevador ya más tranquila me sonreí de lo que había pasado sin embargo advertí que cierta excitación me provocaba el hecho.

No volví a pensar en lo sucedido hasta el día siguiente que cenábamos en casa mi esposo y yo.

— ¿Alguna vez has estado con una prostituta? —le inquirí a mi esposo sonriendo

—No, nunca ha sido una necesidad

—¿Y cómo cuánto cobran?

—No lo sé mi amor, supongo que entre 2000.00 y 2500.00, ¿Ya quieres dejar de ser actuaria? —soltó la carcajada.

—Mera curiosidad para mi breviario cultural querido mío.

La semana que siguió, por curiosidad y cierto grado de morbo, a la hora de la comida me aventuré por esas calles con la intensión de observar a las chicas, pude ver que a pesar de la hora había quien se detenía ya fuera en auto o inclusive a pie a entablar la negociación. Seguí a cierta distancia a una pareja que supuse había llegado a un acuerdo. para mi sorpresa me di cuenta de que dos calles más adelante había un hotel donde la pareja se internó.

Una tarde manejando de regreso a casa no se me iba de la cabeza cuando el tipo bajo la ventanilla de su coche y soltó el “¿cuánto?”, el devaneo me provocaba cosquilleos en el vientre. La imaginación me presentó una idea un tanto disparatada; me pasearía por ahí ya cuando saliera del trabajo buscando que me volvieran a preguntar, sentir ese lúbrico delirio y llegar después con mi marido.

Escogí un día que él pasaría la noche en el hospital cuidando a su madre que se reponía de una cirugía. Saqué mi auto del estacionamiento y lo dejé dos calles después del despacho, para desde ahí encaminarme. Por coquetería me pinté los labios de rojo, repasé un poco el maquillaje de mis párpados, esperaba que llevar mi vestido negro ajustado, tacones y caminar sola fuera suficiente para provocar algunas miradas, aunque estaba muy lejos de la vestimenta sensual de las muchachas que ahí trabajaban. Caminé el parque por la acera y cruce en la boca calle, en a mortecina lontananza se miraban las primeras chicas, era una tarde gris rojiza un tanto surrealista, no iba a pasar entre ellas, no me pareció correcto se fueran a molestar, llegué a su esquina y me desvié hacia una calle paralela. Brinque asustada cuando un tipo desde una camioneta me pregunto:

—¿Haces anal? —negué con la cabeza y el tipo se fue, nunca he tenido sexo anal y me pregunté ¿se cobrará aparte?, sin embargo, aquella simple pregunta había logrado su objetivo, me palpitaba el bajo vientre.

Seguí caminando ahora con una ansiedad que no vi llegar, me sentí devorada por los nervios, respiré profundo y decidí deshacer el camino andado e ir por mi coche. El auto venía de frente y frenó intempestivamente.

—¿Cuánto cobras bonita?

—tres mil pesos —sentencie irreflexiblemente y sólo recordando la plática con mi esposo, pensando que al final todo quedaría en un intercambio de palabras excitantes, o al menos eso pensaba yo.

—Pero somos dos bonita —sonrío maliciosamente, yo sumamente nerviosa, con la voz apagada y temblorosa le conteste.

—Pues entonces serán seis mil pesos —algo conversó con su acompañante, bajó del auto y me abrió la puerta trasera.

—Ok súbete hermosa —me quedé petrificada, las piernas no me respondían y pensaba en como decir que no, pero me tomó de la cintura y me ayudo a subir.

—Fíjate que aquí mi compa y yo decidimos buscar hacer un trío, nunca hemos hecho nada parecido jajaja, y dimos un par de vueltas buscando la candidata y tú eres la más bonita, o sea la afortunada —y volvió a reír.

Cuando llegamos al estacionamiento del hotel yo ya no estaba en mí, me encontraba en el paroxismo, pensaba que en cuanto pusiera un pie en el piso me echaría a correr, quizás gritaría. Para cuando volví a la realidad ya estábamos entrando a la habitación.

 

Hasta que llegué a casa y estacioné el auto, pude realmente observar mi alrededor, me sentía ultrajada, aunque realmente haya sido por decisión propia. En el portaobjetos de auto estaban los seis mil pesos, los miré y recordé el cúmulo de manos tocando mi cuerpo, los dedos entrando y saliendo de mi vagina, de mi ano y hasta de mi boca, las lenguas explorándome. Nunca me habían cogido por el ano y ahora lo sentía adolorido y dilatado, dos miembros habían hecho de las suyas con él, mi boca conservaba aún el sabor de su semen.

Bajé del auto y recordé que no traía ropa interior, se habían quedado con ella. Cuando terminamos me levanté de la cama para vestirme y al tratar de tomar mis calzones, uno de ellos lo tomo antes y me dijo:

— ¿Me puedo quedar con esto como recuerdo?  —atiné sólo a asentir como idiota, entonces el otro tomo mi sostén.

—Entonces yo me quedo con esto, también para recordar lo rica que estás

Me vestí y me pagaron, todavía uno de ellos alcanzó a levantar mi vestido y meterme dos dedos en la vagina como despedida.

—¡Mmmm sigues mojadita!

—Hasta luego —Tomé el dinero y me marché, bajé por las escaleras, al salir a la calle fue cuando me apresó la desazón y corrí a buscar mi carro.

Este sentimiento me acompañó por días, mis compañeros de trabajo lo notaron y me preguntaban si estaba enferma. Obviamente mi esposo también lo notó, pero había algo más que también él percibió y llegó a comentarme; podía estar dispersa la mayor parte del tiempo, pero cuando me cogía yo me excitaba sobre manera, me enardecía, y se lo hacía de manera inusitada y furiosa.

—¿De verdad? —me miró sorprendido cuando le pedí me penetrara por el culo y a su vez el se enardeció. Después volvía a perderme en mis reflexiones y callaba por largas horas.

Una mañana me sucedió algo que dio un giro a mis días, mientras tomaba un café y miraba por la ventana allende el parque donde se encontraban las chicas, me asaltó un pensamiento de lo acontecido hacia un par de semanas; estando yo montada en uno de los chicos el otro me acometió por detrás y lo sentí empujando con vigor inaudito su pene para meterlo por el ano, yo daba alaridos por el dolor pero él no cejó hasta que lo tuvo adentro, ya los dos embutidos en mi se sincronizaron para cogerme y después cambiar de posición. Lejos de deprimirme como en días pasados y bloquear el recuerdo, lo dejé fluir y me descubrí excitada, como en cascada siguieron llegando las escenas, algunas que incluso ni recordaba hubieran sucedido, me sentí aliviada y en extremo encendida, desapareció la ansiedad y la angustia para dar paso a una extraña sensación de bienestar y placer.   

 

Historia 4 "E"...(Séptima parte [1])

  L a sala de llegadas internacionales estaba con bastante tránsito, la gente iba y venía con equipaje o sin él. Las salas de los aeropuer...