Divagación narrativa
Los viajes de mi esposo se tornaron más frecuentes, a veces lo hacía con
su directora de finanzas cuando dichos viajes eran fuera del país, me alegraba
enormemente estuviera creciendo en su trabajo, pero si antes teníamos sexo casi
diariamente, ahora lo hacíamos una o dos veces por semana, situación que realmente
ahora no me molestaba, pero simultáneamente empecé a atender a más clientes,
uno o dos por día. Más que por el dinero era mi libido el que me impulsaba a
llenar ese vació que sentía desde hacía un par de meses.
En la oficina todo marchaba bien, el trabajo iba al día y el
departamento había crecido, tenía dos elementos más a mi cargo. Habían cambiado
a mi director de área, el cual era un tipo agradable y bien parecido. Un día me
invitó a comer para hablar sobre un nuevo cliente y acepté, durante la comida
hablamos de los planes que se tenían al respecto, como y con quien
iniciaríamos con esta cuenta. Después de dicha comida empezó a rondar por mi oficina con cualquier
pretexto, un buen día me invitó a cenar después del trabajo, me negué arguyendo
que tenía compromiso ya con mi esposo, esperando esto fuera suficiente para que
no insistiera nuevamente. No dejó de hacerlo hasta que le marqué el alto
diciéndole que además de que era casada no me interesaba tener una aventura y
mucho menos con alguien de mi trabajo, dejó de intentarlo.
En repetidas ocasiones me invadían pensamientos sobre A, algunas
veces me detuve cuando ya mis dedos, de manera autónoma, estaban marcando su
número, otras tantas marcando el de Bela, las palabras jugaban en mi cabeza,
frases, oraciones imaginarias y me inventaba sus posibles contestaciones,
siempre acabé diciéndome: para qué ocupar “el breve espacio en que no estás”.
Quedé con C a las 6:00 pm. y mientras iba en camino recordé su sudor en
mis manos, y todo su peso encima de mi casi asfixiándome, pero a la vez siendo
extremadamente excitante; recordaba que tenía un pene más bien pequeño que
era perfecto para entrar por la puerta trasera. Cuando llegué se veía perfectamente acicalado, no sudaba nerviosamente como la primera vez.
— Hola C, ¿cómo te encuentras, qué se te antoja hacer?
— Hola A, te ves muy bien con esa minifalda, estás muy guapa, ¡me encantan tus labios rojos! ¿te puedo besar?
— Claro mi niño, para
eso me pagas, ven bésame.
Se acercó y me tomó por la cintura, tuve que ponerme en la punta de mis
pies para alcanzarlo, al intentar abrazarlo mis brazos no se podían ceñir a
toda su enorme espalda. Su lengua entro ávida en mi boca chocando con la mía,
empezó el juego jugoso que fue haciendo que me humedeciera irremediablemente. Bajó
sus manos hasta mis nalgas y las sujetó por encima de la falda; sentía en mis
manos el calor que emanaba a través de su camisa y cierta humedad a través de
la tela; fue subiendo la falda hasta que sus grandes manos se posaron sobre mis
nalgas, metió la tanga entre ellas y me las estrujó con vehemencia; desabotoné
y retiré su camisa prosiguiendo a desabrochar su cinturón para quitar su
pantalón. Cuando nuestras bocas por fin se separaron el estaba sólo en
calzoncillos y yo tenía la tanga en las rodillas.
— Quítate los
calzoncillos —le dije mientras lo observaba y veía como el sudor perlaba su
dorso, me quité la blusa, la falda, terminando de bajar la tanga para retirarla,
me descalcé y senté al borde de la cama, abrí las piernas, tenía la vagina
empapada debido al prolongado beso y sus manoseos. — Ven aquí amor, ¿quieres
chuparme?
Metía y sacaba su lengua, succionaba mis labios vaginales para luego
hundirse en mi vulva, se retiraba un poco para tomar aire resollando, tenía el
rostro perlado de sudor y mi placer se iba intensificando. Le dije que se pusiera
en pie y le coloqué un condón, me recosté en la cama abriendo nuevamente las
piernas, quería tenerlo encima, volver a sentir su peso asfixiándome y que me
embadurnará de su transpiración. Cuando me penetró se empezó a mover tan vertiginosa y
violentamente que me hacia rebotar en la cama, subí mis pies a sus hombros, su humedad salpicaba ya mi cuerpo y mi cara, olía a limpio como a mí me gusta, yo no
paraba de rebotar en la cama a cada embestida y su peso me hacía pujar
estruendosamente, se vino entre estertores guturales y yo, enseguida de él
palpitando sobre su pene, con una sensibilidad maravillosa cuando
dejó caer su pesado cuerpo sobre mí, desapareciendo casi debajo de él y
faltándome el aire.
Después de unos minutos se incorporó:
— ¿Puedo por atrás?
— Si, ¿no quieres que
te la mame antes?
— ¡Siiii A, hazlo!
Le tome la verga, empecé a masturbarlo para que se le volviera a parar
y la llevé a mi boca, me gustaba sentirlo así, no tan grande, porque podía
chuparlo a mi antojo en toda su extensión; puse una almohada bajo sus
nalgas para poder lamer completamente sus testículos hasta el nacimiento de su
ano, en tanto que mi mano se encargaba de jalarle el miembro mi otra mano
acariciaba su sudoroso vientre. Me encimé en él para que él también chupara mi
vagina y engullí su verga, entretanto mis manos abrían sus nalgas; uno de mis
dedos buscó la entrada de su ano y al sentirlo empecé a introducirlo lentamente
pensando que iba a protestar y quitarme, sólo pujo y chupó con más fuerza mi vagina, lo
introduje hasta el tope para después meterlo y sacarlo cadenciosamente, primero suavemente y luego con fuerza; su pene se contraía a
cada mamada; intenté y pude meter dos dedos en su ano en el momento que una explosión de
semen inundo mi boca, lo tragué con glotonería y escurrió por mis comisuras. Las
contracciones en mi vulva se hicieron intensas deviniendo en una venida brutal.
Me quedé encima de él recibiendo aún lamidas hasta que saqué mis dedos de su
culo girando sobre su cuerpo para caer de espaldas en la cama.
— ¿Me puedo bañar
contigo, e intentamos ahora si por atrás? —me di cuenta de su obsesión de bañarse conmigo o quizá se le hacía
sensual, no pude negarme ni a una ni a otra cosa.
— Si mi niño vamos a
ducharnos y lo hacemos como quieres.
Cuando llegué a casa eran casi las 10:00 pm, me preparé algo de cenar
para mitigar mi hambre, me sentía en extremo cansada, la tarde con C había sido
rica pero fatigosa, caí en cuenta que era jueves y me llené de nostalgia. Me
encontraba ensimismada en mis pensamientos cuando el timbre del teléfono me
hizo brincar, era el que usaba para atender citas y pensé se trataría de
alguna, cuando vi el nombre el corazón me dio un vuelco, sentí un vació en el
estómago y no atinaba a contestar.
— Bueeno —contesté con trémula voz.
—¿Te puedo cantar una
canción? —y mi corazón dio un brinco.
Yo siempre me había burlado de la "memoria musical" que
exhiben algunas personas... hasta que me tocó vivirlo.
Canciones que me decía "escúchala", pero que a mi corazón
llegaron como una dedicatoria.
Siempre. Ese jueves, otros jueves, un lunes, las que mandaba a mi teléfono...
Una vez le dije, en ese lugar, precisamente: "Tengo música y
autores, para recordarte el resto de la vida"... Quizá debí decir:
"Tenemos música y autores para estar el resto de la vida”. Todo esto
pensaba antes de poder contestar casi tartamudeando y con un simple monosílabo.
— Sii
Empezó a cantar, se escuchaba el acompañamiento musical y los murmullos
de sus acompañantes.
Y no terminó…Mejor se quejó de una mala jugada de las “Chivitas”, que
justo en ese momento pasó. Y como si tal, preguntó de inmediato, como si fuera
parte de la frase interrumpida y refiriéndose a la canción: ¿sientes eso?
Reí…en medio de las
gruesas lágrimas que salían de mis ojos.
Hablando conmigo,
pendiente de la tele y pendiente de sus compañeros... Tan disperso... Tan
adorablemente disperso.
Tan loco, tan desenfadado como siempre... Mezclando lo serio con lo rutinario,
lo bello con lo vulgar... El ¿romance? con el deporte...
En los últimos acordes de otra canción, (supongo, porque lo oí clarito,
como si lo hubiera levantado hasta esa altura), se pegó el teléfono a la boca y
dijo: "amor de mis amores"... Pero, entonces, vino el gol del
empate... y ya no supe si era para mí, o para su equipo...
De estar ahí, le hubiera plantado un beso chiqueado-encabronado en los
labios, como hice algunas veces.
Me gustaba verle los gestos, los modos... Me los tengo aprendidos de
¿memoria?... No.
Aprendidos de corazón.
Pensé decirle: “Yo sabía amor que en alguna borrachera te ibas a acordar
de mi”
Es mucha vanidad creer que he sido su mejor compinche, compañera,
aliada, (en femenino), en las tardes de jarra, música y fútbol. Sin temor a
equivocarme (y comparando), él ha sido lo mejor en la mía... Hasta deseé con
ganas las tardes "aburridas" que, a fuerza de compartir vida, trae la
cotidianidad... (Aunque dudo que hubieran sido tal y por eso lo entrecomillo...
¿Por qué tanta seguridad? No sé explicarlo... Coincidir con él mental y
emocionalmente, fue una suerte, una asombrosa, maravillosa sincronía...)
La tercera canción la entonó bajito y suavecito:
“Tal como ves, aquí
está todo igual
los amigos, sus problemas, mis locuras, lo normal
persigo mil tonadas alguna he de atrapar
ven movámonos de aquí, que muy pronto lloverá
¿prefieres caminar?
la lluvia nos cobijará
los chiquillos en los charcos
no te importa el qué dirán
por aquí hay un café
te quiero confesar que seguí fiel tu consejo
no he dejado de soñar”
— Gracias por escuchar
Flaquita, cuídate mucho y sé buena
— Hasta luego, gracias
a ti por las canciones.
Con él hubo, hay y
habrá, (es curioso), muchas cosas, en una historia tan corta como inmensa y
llena de sentidos y significados.
Es difícil ser
fuerte, cuando justamente él es mi debilidad.
Por eso se me atora en los lagrimales...