Divagación narrativa
Los viajes de mi esposo se tornaron más frecuentes, a veces lo hacía con su directora de finanzas cuando dichos viajes eran fuera del país, me alegraba enormemente estuviera creciendo en su trabajo, pero si antes teníamos sexo casi diariamente, ahora lo hacíamos una o dos veces por semana, situación que realmente ahora no me molestaba, pero simultáneamente empecé a atender a más clientes, uno o dos por día. Más que por el dinero era mi libido el que me impulsaba a llenar ese vació que sentía desde hacía un par de meses.
En la oficina todo marchaba bien, el trabajo iba al día y el departamento había crecido, tenía dos elementos más a mi cargo. Habían cambiado a mi director de área, el cual era un tipo agradable y bien parecido. Un día me invitó a comer para hablar sobre un nuevo cliente y acepté, durante la comida hablamos de los planes que se tenían al respecto, como y con quien iniciaríamos con esta cuenta. Después de dicha comida empezó a rondar por mi oficina con cualquier pretexto, un buen día me invitó a cenar después del trabajo, me negué arguyendo que tenía compromiso ya con mi esposo, esperando esto fuera suficiente para que no insistiera nuevamente. No dejó de hacerlo hasta que le marqué el alto diciéndole que además de que era casada no me interesaba tener una aventura y mucho menos con alguien de mi trabajo, dejó de intentarlo.
En repetidas ocasiones me invadían pensamientos sobre A, algunas veces me detuve cuando ya mis dedos, de manera autónoma, estaban marcando su número, otras tantas marcando el de Bela, las palabras jugaban en mi cabeza, frases, oraciones imaginarias y me inventaba sus posibles contestaciones, siempre acabé diciéndome: para qué ocupar “el breve espacio en que no estás”.
Se acercó y me tomó por la cintura, tuve que ponerme en la punta de mis pies para alcanzarlo, al intentar abrazarlo mis brazos no se podían ceñir a toda su enorme espalda. Su lengua entro ávida en mi boca chocando con la mía, empezó el juego jugoso que fue haciendo que me humedeciera irremediablemente. Bajó sus manos hasta mis nalgas y las sujetó por encima de la falda; sentía en mis manos el calor que emanaba a través de su camisa y cierta humedad a través de la tela; fue subiendo la falda hasta que sus grandes manos se posaron sobre mis nalgas, metió la tanga entre ellas y me las estrujó con vehemencia; desabotoné y retiré su camisa prosiguiendo a desabrochar su cinturón para quitar su pantalón. Cuando nuestras bocas por fin se separaron el estaba sólo en calzoncillos y yo tenía la tanga en las rodillas.
Metía y sacaba su lengua, succionaba mis labios vaginales para luego hundirse en mi vulva, se retiraba un poco para tomar aire resollando, tenía el rostro perlado de sudor y mi placer se iba intensificando. Le dije que se pusiera en pie y le coloqué un condón, me recosté en la cama abriendo nuevamente las piernas, quería tenerlo encima, volver a sentir su peso asfixiándome y que me embadurnará de su transpiración. Cuando me penetró se empezó a mover tan vertiginosa y violentamente que me hacia rebotar en la cama, subí mis pies a sus hombros, su humedad salpicaba ya mi cuerpo y mi cara, olía a limpio como a mí me gusta, yo no paraba de rebotar en la cama a cada embestida y su peso me hacía pujar estruendosamente, se vino entre estertores guturales y yo, enseguida de él palpitando sobre su pene, con una sensibilidad maravillosa cuando dejó caer su pesado cuerpo sobre mí, desapareciendo casi debajo de él y faltándome el aire.
Después de unos minutos se incorporó:
— ¿Puedo por atrás?
— Si, ¿no quieres que te la mame antes?
— ¡Siiii A, hazlo!
Le tome la verga, empecé a masturbarlo para que se le volviera a parar y la llevé a mi boca, me gustaba sentirlo así, no tan grande, porque podía chuparlo a mi antojo en toda su extensión; puse una almohada bajo sus nalgas para poder lamer completamente sus testículos hasta el nacimiento de su ano, en tanto que mi mano se encargaba de jalarle el miembro mi otra mano acariciaba su sudoroso vientre. Me encimé en él para que él también chupara mi vagina y engullí su verga, entretanto mis manos abrían sus nalgas; uno de mis dedos buscó la entrada de su ano y al sentirlo empecé a introducirlo lentamente pensando que iba a protestar y quitarme, sólo pujo y chupó con más fuerza mi vagina, lo introduje hasta el tope para después meterlo y sacarlo cadenciosamente, primero suavemente y luego con fuerza; su pene se contraía a cada mamada; intenté y pude meter dos dedos en su ano en el momento que una explosión de semen inundo mi boca, lo tragué con glotonería y escurrió por mis comisuras. Las contracciones en mi vulva se hicieron intensas deviniendo en una venida brutal. Me quedé encima de él recibiendo aún lamidas hasta que saqué mis dedos de su culo girando sobre su cuerpo para caer de espaldas en la cama.
— ¿Me puedo bañar contigo, e intentamos ahora si por atrás? —me di cuenta de su obsesión de bañarse conmigo o quizá se le hacía sensual, no pude negarme ni a una ni a otra cosa.
— Si mi niño vamos a ducharnos y lo hacemos como quieres.
Cuando llegué a casa eran casi las 10:00 pm, me preparé algo de cenar para mitigar mi hambre, me sentía en extremo cansada, la tarde con C había sido rica pero fatigosa, caí en cuenta que era jueves y me llené de nostalgia. Me encontraba ensimismada en mis pensamientos cuando el timbre del teléfono me hizo brincar, era el que usaba para atender citas y pensé se trataría de alguna, cuando vi el nombre el corazón me dio un vuelco, sentí un vació en el estómago y no atinaba a contestar.
— Bueeno —contesté con trémula voz.
—¿Te puedo cantar una canción? —y mi corazón dio un brinco.
Yo siempre me había burlado de la "memoria musical" que exhiben algunas personas... hasta que me tocó vivirlo.
Canciones que me decía "escúchala", pero que a mi corazón
llegaron como una dedicatoria.
Siempre. Ese jueves, otros jueves, un lunes, las que mandaba a mi teléfono...
Hablando conmigo,
pendiente de la tele y pendiente de sus compañeros... Tan disperso... Tan
adorablemente disperso.
Pensé decirle: “Yo sabía amor que en alguna borrachera te ibas a acordar de mi”
Es mucha vanidad creer que he sido su mejor compinche, compañera, aliada, (en femenino), en las tardes de jarra, música y fútbol. Sin temor a equivocarme (y comparando), él ha sido lo mejor en la mía... Hasta deseé con ganas las tardes "aburridas" que, a fuerza de compartir vida, trae la cotidianidad... (Aunque dudo que hubieran sido tal y por eso lo entrecomillo... ¿Por qué tanta seguridad? No sé explicarlo... Coincidir con él mental y emocionalmente, fue una suerte, una asombrosa, maravillosa sincronía...)
La tercera canción la entonó bajito y suavecito:
“Tal como ves, aquí
está todo igual
los amigos, sus problemas, mis locuras, lo normal
persigo mil tonadas alguna he de atrapar
ven movámonos de aquí, que muy pronto lloverá
¿prefieres caminar?
la lluvia nos cobijará
los chiquillos en los charcos
no te importa el qué dirán
por aquí hay un café
te quiero confesar que seguí fiel tu consejo
— Gracias por escuchar Flaquita, cuídate mucho y sé buena
— Hasta luego, gracias a ti por las canciones.
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