miércoles, 15 de julio de 2020

La primera noche a su lado.


Había salido de la casa de ella, con un aire entre melancólico, turbado, pero agradecido. 
Nada podría compararse al amor que esa mujer le profesaba. 
Nada que el pudiera hacer, podría llegar jamás a igualar la entrega que ella le tenia. 
Y hasta entonces, era que pensaba en ello. Antes, nunca antes hubiera reparado en ese sentimiento... 

Al llegar a la zona residencial, donde vivía, todavía se quedó un rato dentro del auto, evocando el último beso de despedida y las manos que acariciaban su rostro y cabellos, con infinita ternura, con un amor que el tiempo no borraba. 
Sonrió. 

Decidió por fin bajarse del auto y subir los cuatro pisos por las escaleras y no por el elevador, hasta su departamento. 

Se dirigió a la cocina, sacó del refrigerador una cerveza oscura, sirvió medio tarro y de su bolsillo la cajetilla de cigarros. Encendió uno y la primera bocanada lo sumió en sus pensamientos, en sus recuerdos  frescos, de lo más temprano de esa noche. 

La visita, programada varias veces en agenda y cancelada siempre en el último momento, con las excusas más variadas, esta vez, sin poder posponerla más, ante la insistencia de ella y por una bendita razón, se había llevado al cabo en aquella casa que le traía tantos recuerdos, que a veces, parecían atorarse en su ánimo... 

Cuando la vio, en su vestido de fiesta, con el cabello peinado de manera distinta, le pareció muy hermosa, aún. Su piel era tersa y sus manos, tal cual las recordaba, pequeñas, con uñas cuidadas y los dedos delgados, libres de anillos. 

La sonrisa de ella, al abrir la puerta, le dijo sin palabras, lo dichosa que era al verlo. Un beso tímido, en la mejilla derecha, que el correspondió de igual forma, lo invitó a entrar. E inmediatamente le ofreció algo de tomar. El aceptó un café y se dirigió al único sillón que había en la pequeña habitación. Cuando ella desapareció para ir a preparar la bebida, el se dedicó a ver las fotos que adornaban las paredes. Y se dejó llevar por esos rostros sonrientes de los cuadros y los variados paisajes... 

-¿Y cómo te ha ido?, ¿Cómo has estado? 

La voz de ella lo sacó de su letargo y respondió con cierta garraspera: 

-Bien... bien... trabajando, viajando, todo igual, pero bien... 

-Por un momento creí que ese teléfono sonaría, para posponer nuevamente la visita. No sabes, pero tenia miedo de que volvieras a faltar. 

-Bueno, si, pero... es que... bueno, lo importante es que estoy aquí. Que estamos... 

-Si, dijo ella, apareciendo, con una charola, dos tazas y galletas. Galletas, pensó el, que seguro había horneado por la tarde. Como antes lo hacía...  Y era eso, ser siempre un ama de casa perfecta, uno de los rasgos que siempre le habían parecido demasiado, que secretamente le criticaba y que lo había hecho alejarse de su lado. 

Y hablaron de cosas banales, el clima, el trabajo, el último espectáculo al que habían asistido. El viaje de el, a Sonora, que por una junta a las 9:00 de la mañana, lo obligaba a hacer un vuelo muy temprano. Pero, de repente, ella, tomó las manos del hombre, entre las suyas y le dijo, mirándolo a los ojos: 

-No sabes cuanto te he extrañado... 

Y es que el tiempo transcurrido era mucho. Muchas cosas habían cambiado. Sintiendo un poco de incomodidad, el quiso zafarse, pero las manos femeninas lo retuvieron y la voz llena de ternura continuaba diciendo: 

-Eres lo mas importante para mí…siempre ocupas lo mejor de mis recuerdos... 

-Cuando supe de tí, mi vida entera cambio. Y me pasaba los días sonriendo. La gente notaba mi felicidad y yo le pedía mucho a Dios por ti, por mi, por ambos. Y el tiempo paso tan rápido, que apenas lo note. Y me alegraba tanto poder estar contigo, como también me alegraba que la vida nos diera esa oportunidad. Y mi amor por ti crecía y crecía. Y la primera noche que te tuve a mi lado, fue la noche mas maravillosa de mi vida. Te convertiste en mi razón de existir. Yo sentía tu miedo y tenía que hacerme la fuerte, pero creo que el mío era mas grande.

No quería fallar. Todo me preocupaba. Y quería protegerte y eras tú el que me hacía sentir segura. Fue una noche larga, llena de emociones y sensaciones nuevas. Tu aferrabas tus dedos a mi piel, como queriendo meterte en mi y yo llenaba tu cara de besos y te decía lo mucho que te amaba. Había cierto dolor en mi cuerpo, pero me reconfortaba grandemente  tu presencia y entonces, todo el dolor parecía menos. 

Dormíamos a ratos, pero fue mas el tiempo que estuvimos despiertos y yo sonreía y lloraba al mismo tiempo. Te abrazaba, sin poder terminar de creer que estabas ahí. Que todo aquello era real y deseaba que estuviéramos así por mucho tiempo. El cansancio no importaba. Yo me sentía capaz de poder con todo y esa noche prometí que siempre estaría a tu lado. Tú, estoy segura lo comprendiste, porque apretaste mis dedos en tu mano tibia y buscaste el calor de mi regazo. 

Había cosas que hacer, había pendientes por toda la casa, había otras responsabilidades, pero todo podía esperar… Tú no lo sabias, pero hasta él, dormido en otra habitación, se hizo cómplice de nuestra primera noche juntos. 

Regreso de sus recuerdos y casi de un solo trago, bebió la cerveza. Sirvió medio tarro mas y se dio cuenta, entonces, que el aire era denso y vio 5 colillas de cigarro en el cenicero. Ese aire enrarecido, le impidió por un momento, volver a concentrarse en el resto de lo vivido esa noche. Pero solo basto recordar la sonrisa de ella y sus ojos castaños, para sentir el gozo que le provocaba esa mujer, con sus recuerdos de esa primera noche, juntos. 

-No lo sabias, verdad?... él tuvo que resignarse a dormir en un sofá y cederte su lugar en la cama, desde unos días antes, porque yo se lo exigí. Si estuvo celoso, nunca lo demostró. Aunque estoy segura que si, pues... 
quería que todo luciera perfecto, que todo estuviera confortable para ti. Hasta cambié un poco la decoración y me deshice de libros, de televisión, porque quería que toda mi atención fuera solo tuya. 

En un momento dado, estando tu pegado a mi pecho, dormitando, yo deseaba escucharte. Ante tan absurdo deseo, solté una ligera carcajada, que cimbró tu cuerpo y abriste los ojos. Despegaste tu boca de mi pecho y me regalaste la primera de tus sonrisas.
 
Te acurruque de nuevo y acaricié tu hombro. Volviste a lo tuyo y yo, agradecí nuevamente tu llegada a mi vida. Creo que tu olor lleno desde esa primera noche, mi vida entera… 
Dormir, dormir, real y plácidamente, solo cuando los primero rayos del sol anunciaban el nuevo día… 

Ante el asombro de ella, el se enjugaba un par de lagrimas que ya no pudo contener y la abrazo. Entonces, la platica giro a otros temas y el se dio cuenta que era ya muy tarde y tuvo que despedirse, pues tenía que abordar el avión a las 6:40 am del día siguiente. 

Nuevamente, regreso de sus recuerdos y sonrió. Dejo en orden la cocina, se dirigió a la recamara y alistó su maleta, con suficiente ropa para tres días y se metió a la cama, todavía con ella en su mente. Se dio cuenta que eso que le molestaba tanto de ella, el lo hacia también, casi de manera automática. Todo en orden, todo en su lugar... Tantos años de convivencia a tu lado, supuso... 

Decidió, entonces, hacerle una llamada. 

Al tercer timbrazo, oyó su voz, que acusaba angustia, pues era casi media noche, nada normal, para que su teléfono sonara: 

-Diga? 

-Soy yo. No te asustes, solo hablo para darte las gracias por esta velada y decirte que te amo. Descansa, mamá... te hablo a mi regreso.

Historia 4 "E"...(Séptima parte [1])

  L a sala de llegadas internacionales estaba con bastante tránsito, la gente iba y venía con equipaje o sin él. Las salas de los aeropuer...