lunes, 24 de abril de 2023

Divagación Infinitesimal (Capítulo IV)

 

De la errancia cuando no estoy contigo...

Desde la despedida de soltero se fueron multiplicando las llamadas, ya que a casi todos los asistentes les compartí mi número y aunque no tuve relación con todos si con una gran mayoría de los casi 20 que asistieron.

Nunca imaginé las situaciones que llevan a las personas a buscar sexo a cambio de dinero, son de los más variado e insólitas, desde la soledad hasta perversiones reprimidas.

No puedo negar que el mensaje me sorprendió, ya que lo signaba una mujer y era un tanto escueto: “Buenas tardes, necesito de sus servicios, espero se pueda comunicar conmigo. Mi número es… Atte. B”. Puedo decir que he aprendido a tener cierta intuición para aceptar o desechar clientes, desde como hablan, como escriben, como estructuran su sintaxis, también en dónde y cómo quieren que nos veamos, trato de no exponerme más de lo debido.

Cuando le llamé me sorprendió aún más, efectivamente era una mujer.

— Hola buenas tardes, me dio tu número D y me recomendó tus servicios, me gustaría platicar contigo, pero no por teléfono, si me das una cita y obviamente te pagaría el tiempo ¿cuánto cobras?

Le di la tarifa y quedamos de vernos al día siguiente, le propuse un lugar púbico, desayunaríamos y me explicaría además de pagarme una hora de mi tiempo.

Era una mujer de unos 35 años cuando mucho, me explicó que su esposo había tenido un accidente de trabajo y que estaba inmovilizado de la cintura para abajo, sin embargo, los médicos decían que no tenía lesión vertebral, pero no respondía a las terapias porque había caído en una depresión profunda.

— Deseo ayudarlo con todo mi ser, he intentado de mil maneras, pero no me da resultado. Antes de que sucediera el accidente fantaseábamos con hacer un trío, pero nunca lo llevamos a cabo, su organismo si responde, pero cuando intento hacer el amor con él a los pocos minutos todo se viene abajo, entonces he pensado en llevar a cabo esta fantasía que deseábamos y por eso recurro a ti. Mi plan es que digamos que tú eres una amiga mía, nos reunamos y estando los tres lo incitemos, puede que no resulte, sea lo que pasé yo te pagaré el tiempo invertido, ¿Qué dices?

— ¿Crees que sea fácil que el acceda?, desde mi punto particular de vista lo veo un poco difícil no soy terapeuta sexual.

— Eres muy bonita y eso puede ayudar, si te vistes muy sensual y yo también quizás despertemos su libido. ¿Me ayudas?

— ¿Cuándo quiere intentarlo?

— Si puedes mañana mismo

— Mañana no puedo —tenía ya una cita precisamente con D y su amigo, repetiríamos el trío con el que me inicie, no era muy de mi agrado hacerlo, pero no podía decir que no, ya que él me había recomendado con bastante gente. El siguiente día había quedado de ver a A para comer, me ganó el morbo y decidí cancelarle a él — El jueves te parece, pero tendrá que ser a las 5 PM.

— Prepararé todo y le diré que te invité a comer a la casa

Cuando hablé con A para cancelarle no hizo ningún aspaviento ni me pidió más explicaciones, entiendo que sabía porque no iría, eso me desconcertó un poco y me hizo imaginar cosas, su valemadrismo a veces me irritaba, pero era yo la que había puesto de cierta manera las condiciones.

— No te preocupes nos veremos si e puede la semana entrante, ya va a ser tu cumpleaños.

— ¿Estarás en el bar?

— No lo sé, hay una serie de conferencias a las que quiero asistir sobre la inexistencia del tiempo.

¿Con quien vas a ir? pensé en preguntarle, pero me quedé callada y nos despedimos.

Llegué a la cita a casa de B, me había puesto una falda muy corta y una blusa casi transparente y no llevaba sostén, para cubrir llevaba un delgado suéter y sabiendo como son los hombres no me había puesto calzones. B se había maquilado delicadamente y tenía puesto un vestido ajustado que delineaba bellamente su figura, se podía adivinar la tanga a través de él. Su esposo en apariencia se veía más joven que ella, aunque un poco demacrado. Nos presentó y después de una ligera charla de formalidades pasamos a comer, había preparado una deliciosa comida a base de pastas y carnes frías. Él se notaba tranquilo, aunque un poco ausente, yo analizaba como iniciar algo erótico que lo entusiasmara.

Cuando B se paró para llevar trastos a la cocina me paré detrás de ella

— Tengo una idea, pero no sé si vayas a estar de acuerdo, —se la planteé y regresamos a la sala. —además tienes que moverlo en la silla de ruedas va a ser muy incómodo.

Lo movió a uno de los sillones grandes con una habilidad que me dejó sorprendida y nos sentamos frente a él,  B cruzó las piernas, platicando intente llevar la conversación al terreno erótico.

— ¡Que hermosas piernas tiene tu esposa! ¿no crees J?

— Si son bellas siempre se lo he dicho

— ¿Me dejarías acariciarlas B? —Se sorprendió un poco con la pregunta

— No creo

— ¿Tú me das permiso J?

— Si ella no se opone por mi está bien

— Ok sólo un poco —contestó sonrojada

Me acerqué a ella y se las empecé a acariciar, nunca había tocado yo a una mujer, no traía medías y el contacto de su piel suave en mi mano me estremeció, era extraordinario sentirla, ella se dio cuenta y retiró mi mano, no la dejé hacer y volví ahora acariciando su otra pierna y subiendo mi mano hasta levantarle el vestido hasta que se le vieron los calzones. Ya no le dejé hace nada más y la seguí tocando con ambas manos sus piernas. Estaba yo súper excitada y palpé su vagina por encima de su tanga, ella gemía y se retorcía queriendo retirar mi mano, aprisioné una de ellas con la mía y no dejé que la moviera mientras le metía mis dedos de la otra, empecé a besarla y ella gritaba que no, que la soltara, pero su vagina húmeda indicaba otra cosa.

— Quédate quita B, y le metí toda la mano mientras mordía sus labios

Su esposo nos miraba atónito, me paré y la dejé sentada en el sofá con las piernas abiertas y sus labios llenos de mi saliva. Desabroché su cinturón y como pude le bajé el pantalón y la trusa, un extraordinaria verga erguida y muy blanca quedo antes mis ojos, me hinque entre sus piernas y temiendo fuera a perder la erección se la empecé a mamar, de pronto el puso sus manos en mi cabeza y me empujaba con fuerza para que me tragara su enorme miembro, lo cual me llevó a un estado tal de excitación que busqué sus nalgas y se las empecé a arañar con fuerzas. Nuevamente me incorporé y tomé de la mano a B, le quité el vestido y le retiré los calzones. Sabía que no tenía que dejar que se enfriara el momento.

— Ven aquí y siéntate putita —le dije mientras la llevaba hasta su marido, la puse dándole la espalda tomé la verga de él con mi mano y la senté en ella —¡trágatela cabrona!

Los sentones que se daba la hacían proferir tremendos gritos.

— Espera no te vayas a venir, yo también quiero probar tu verga —me quité el suéter dejando que vieran mis senos a través de la blusa transparente y también la falda, y de manera violenta quité a B de encima de él, le puse un condón y me ensarté de frente en él, gritando como antes lo hacía ella —pinche verga que tienes tan sabrosa papito —así pasaron varios minutos montada y besándolo, lo disfrutaba más de lo que supuse.

— Ven B te toca de nuevo, pero ahora por el culo.

¡No, por atrás no! —gritó B con desesperación

Sujétate la verga J mientras siento a tu puta esposa sobre ella —tomé lubricante de mi bolso y entre jaloneos se lo embarré en el ano, enseguida la impulsé a sentarse. Agarré yo la blanca verga y la dirigí a clavarla en el culo de B, con una mano la fui empujando desde los hombros hasta que comprobé que se le metió hasta el fondo. Él resoplaba ella aullaba, me incliné entre el vientre de él y las nalgas de B para lamerles, hasta que empezó a escurrir semen del ano penetrado, estaba eyaculando dentro del culo de su esposa, lo tragué con placer.

Cuando B se salió pude ver que tenía el ano tremendamente dilatado y sollozaba, J aún la tenía parada así que procedí a mamarlo y un rato hasta que volvió a eyacular llenando mi boca, me levanté y busqué a B que se había sentado en el sillón y la besé otra vez contra su voluntad pasándole de mi boca a su boca el semen de su esposo.

Nos quedamos absortos los tres por un buen rato, después de lo cual me acomodé la falda, me puse los zapatos y me despedí.

— Hasta luego J me encantó probar tu verga y a tu esposa.

Cómo me había pagado al llegar lo convenido me retiré sin decir más.

Al llegar a casa me llegó un mensaje de ella: “Gracias, aunque actuaste de más me gustó mucho y le gustó, te volveré a llamar”…¿Pinche A con quién andarás?

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