jueves, 11 de febrero de 2021

Croissant et café

 

Desde el festejo de fin de año solo habíamos hablado algunas veces por teléfono, un poco por la situación de la pandemia otro poco porque ambas teníamos que atender asuntos de supervivencia, creo que me escucho dramática, pero siendo un poquito visceral, el contexto da para serlo, no está mal para expiar la intranquilidad de sentirse inmersa en un cambio que no vimos llegar.

 Al día siguiente de nuestro festejo cuando amaneció y abrí los ojos, estando los tres en la cama la miré abrazada a él, dormida, tranquila, confiada y me inundo una sensación muy grata de ternura.

Consideramos las diferentes opciones para desayunar. Algunos cafés y restaurantes recién han vuelto a abrir. Satélite, la Condesa, La Roma, Polanco, El Centro Histórico, no atinábamos a elegir.

 -Tú decide

 -Si me toca elegir a mi mejor propongo que sea en mi casa, yo preparo algo y sirve que pruebas un café que me trajeron de Veracruz. Tengo que atender una venta con un cliente a las 7.30 am. cerca de tu casa, no me llevará más de unos minutos y rauda paso por ti.

 -¡Excelente Maité!

 En el auto sentada a mi lado la frescura de su aroma inundo todo el espacio, un efluvio que me parecía tan natural como ella misma, como el día cuando la conocí.

 -Realmente tenías razón, el café es exquisito y además no imaginaba que cocinaras tan bien, el omelete de champiñones está delicioso.

 -Herencia de madre, de las cosas que me obligó a aprender entre tantas otras.

 - ¿Cómo ha estado AJ? - sonreí, de alguna manera esperaba la pregunta, le hablé sobre él, me cuestionó y le aclaré muchas de sus dudas, pude ver que su interés se acrecentaba.

 Desayunamos mientras conversábamos, realmente disfrutaba su compañía, pasábamos de un tema a otro, sin dejar obviamente hablar de matemáticas, pero volvió al tema de su mayor interés.

 - ¿Y crees que podemos planear nuevamente algo con él?

 -Te lo voy a dejar de tarea, piensa qué, y tú te encargas de organizar y de invitarlo- sonrió con la mirada y pude adivinar su entusiasmo.

 -Muy bien urdiré el cómo más pronto que tarde, ¿Te puedo preguntar algo?

 -Claro lo que quieras

 - ¿Cuándo o a qué edad te diste cuenta que te gustaban las mujeres?

 -Esa misma pregunta me la he hecho yo- no pude contener sonora carcajada. 

 -Lo tengo claro I, realmente siempre me he asumido como una mujer polimórficamente perversa. Al principio creía que era genético pero la verdad es que eso es una reverenda mamada, -nuevamente la risa me ataca- mi madre no lo era, mi padre no lo era, mis abuelos tampoco entonces simplemente me hice en algún momento de mi vida.

 -Cuando entré al Liceo a estudiar la secundaria, porque entre las cosas que mi madre quería que hiciera era que aprendiera francés, no le bastaba con lo que ella me enseñaba. Entró también una compañera de piel oscura, delgada, bonita, de fuertes caderas y tenía unos labios que desde que los vi empecé a soñar con morderlos. La vía todos los días, al paso de los meses no me la quitaba de la cabeza, pero eso me causaba desazón, me daba cuenta cabal que me gustaba, pero también me cuestionaba el por qué si yo era niña, me tenían que gustar los niños, era yo pequeña, pero empecé a tocarme por aquellos días, me resultaba muy placentero hacerlo y pensar en los labios de mi compañerita. No te creas, tenía yo cierto dejo de culpa. Pero sucedió que un día mi hermana llevó a comer a sus amigos a casa, puros hombres, cinco en total, estuvieron ahí hasta el anochecer, hasta que mi madre los corrió, entre ellos iba AJ, no era precisamente el más guapo, ni el más extrovertido, era cauto para hablar, amable en su trato, pero cuando sonreía me quedaba yo como pendeja. El  cantaba, citaba frases de libros, de canciones, su figura era desenfadada. Me enamoré en ese instante. Me di cuenta de que me gustaban tanto las niñas como los niños. Ahora me masturbaba pensando en él y pensando en mi compañera, me di cuenta de que algo perverso había en mi cabecita.

-Las visitas a Francia a la casa de las tías abuelas solteronas se hicieron mas frecuentes. Descubrí su biblioteca, con lo que para mi eran miles de libros, yo aún no hablaba bien francés, y parafraseando a Alejandro Filio, cuando mi papá me llevaba a desayunar, "me volvía una políglota y pedía: croissant et café", por lo que me era difícil entenderlos, pero ver las ilustraciones antiguas de aquel libro, con tapas verdes y gruesas, de hombres levantando las faldas a las mujeres y mostrando sus calzones con holanes, y otras semidesnudas mostrando los senos me causó un pérfido placer. Un par de años después cuando ya podía leer el idioma encontré ahí varios libros de Georges Bataille y otros escritores contemporáneos a su época. Me pasé un par de días encerrada leyendo "Historia del Ojo". Para mi era gustoso transitar los días en esa biblioteca leyendo y con el olor a libros viejos acompañándome. Ahí entre esas lecturas asumí lo que soy, que no era ninguna desviada sino sencillamente polimórficamente perversa, me acepté y me sentí feliz

 - ¿Tú cuando te diste cuenta de que te gustaban las mujeres?

 -No me gustan las mujeres, por lo tanto, nunca me había dado cuenta, hasta que me miraste de aquella forma y me gustaste tú y ahora lo que hacemos con AJ, así como a ti te gustó tu amiga del liceo.

 -Haciendo alusión nuevamente a García Ponce “Enseñar es pervertir”

 -Y lo hiciste muy bien María Teresa… ¿Me quieres morder los labios?

2 comentarios:

  1. Tus publicaciones se me están haciendo adicción Maité, ya quiero leer la continuación. Al menos ahora tienes rostro y puedo ponérselo a la figura de ti en mi cabeza.

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  2. Las adicciones no son buenas mi querido Miquechus, aunque yo tengo muchas en honor a la verdad. Se dice que lo que nos hace felices nos hace adictos pero que siempre se pueden dejar...¿será?

    Un beso

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