viernes, 7 de julio de 2023

Divagación Infinitesimal (Capítulo IX)

Paradojas del Infinito

Recordaba lo que había leído mientras escuchaba nuevamente la canción, perdí la cuenta de cuantas veces la había repetido.

“Morir de amor no es irremediable, contrariamente a lo que dicen algunos románticos desaforados. Las relaciones afectivas que valen la pena y alegran nuestra existencia transitan por un punto medio entre la esquizofrenia (el amor es todo «locura») y la sanación esotérica (el amor todo «lo cura»). Amor terrestre, que vuela bajito, pero vuela.”

Entiendo que amar no es sufrir, debe ser una sintonía como en una orquesta sinfónica, a veces sucede que alguien no entraba en tus planes y aparece en tu vida, porque la búsqueda de la media naranja no termina hasta que encuentras tu otra mitad, esto según el mito de Aristófanes planteado por Platón en el “Banquete”

Se muy bien lo que quiere decir aquello de: “Juntarse con el amante es echarle sal al postre”

¿Cómo domesticar la vorágine que se desprende de los amantes y que se da de una manera fascinante y exponencial?, yo creo que no se puede si el amante sólo nació de una necesidad de afectos y desafectos, y sobre todo del hedonismo, y no de la búsqueda sincera de amor, lo cual no es complejo sino lo que le sigue...paradojas del infinito. 

Él no rogó, no suplicó, no creyó en resurgimientos, ni en portentos espontáneos, no tenía por qué, sabía exactamente donde tenía los pies, la que no sabía era yo. Bela tenía razón A no distorsionaba la manera en que amaba… ¡vaya onanismos mentales los míos!

Llegué puntual, ya se encontraba ahí, se veía muy pulcro con su corte militar y no pude evitar pensar que olía muy bien, la vez anterior no percibí ese aroma suave y dulzón, quizá había utilizado alguna loción para la cita, sonreí para mis adentros.

Me tomó de la cintura y me besó con mucha vehemencia y por varios minutos, desabotoné y retiré su camisa sin dejar de enredar mi lengua con la suya, tenía un dorso musculoso. Terminado el beso empecé a besar y lamer sus tetillas mientras una de mis manos palpaba por encima del pantalón su erecta verga.

— Tengo algo de prisa, ponte en cuatro en la cama —me anunció mientras se iba quitando el pantalón. Hice lo que me indicó, pero sin quitarme nada de ropa, ni siquiera los zapatos, traía una falda corta que me había puesto para la ocasión. Ya desnudo él se colocó el condón, se acerco levantando mi falda e hizo a un lado la tanga, sentí como entró sin miramientos la punta de su verga en mi culo, lancé un tremendo grito que pareció excitarlo aún más de lo que ya estaba, pues de un jalón me metió todo el miembro empezando a cogerme fuerte y cadenciosamente. Sentí el primer golpe en unas de mis nalgas e inmediatamente recordé las nalgadas de la vez anterior, pensé en decirle que no, pero la excitación mezclada con la perversión y por un sentimiento de revancha, que no tenía sentido, pensando en A, lo dejé hacer, tal y como le gustaba, los golpes se sucedieron en ambas nalgas mientras con vigor inaudito me acometía y se escuchaban los choques de su vientre con mis nalgas.

Después de varios minutos sacó su verga de mi culo, se cambió el condón y me penetró por la vagina, las nalgadas continuaron, no tenían la fuerza de la vez anterior, y así era más placentero, quizá volverían a dejar huella. Sentí el devaneo del orgasmo alcanzando mis entrañas, las contracciones de mi vulva y los temblores de mi cuerpo se hicieron asincrónicos. Él resopló e incrementó la cadencia de la cogida, pasó aproximadamente casi media hora, paró y sacó su verga de mí, se puso en pie y retiró el condón; anticipándome me incorporé también y me hinqué frente a él mientras se acariciaba la verga con recios movimientos, a tiempo para recibir una andanada de semen en mi cara; en mi boca que abrí a una indicación suya y el cual tragué, tenía un sabor agradable. Parecía que había sacado todo pero seguía jalándosela cuando otro chorro salió y fue directo a mi cuello escurriendo hasta mis senos, cayendo también sobre mi blusa, jadeó y se sentó en el borde la cama. Por primera vez lo vi sonreír.

— Gracias A, estuvo muy rico, pero ya me tengo que ir —Se vistió, me pagó y salió, ahora entendía aquello de “El poder es el afrodisiaco más fuerte”

 

Ya son dos semanas sin ver y sin saber de A, ¿me pensará?, a veces es buena una dosis de escepticismo. Sé que él no tiene apegos, ni amores atascados, ama por amar y así puede amar a todo el mundo y no pensar en círculos…se vale extrañarlo, empecinarse en querer olvidar a alguien siempre produce el efecto contrario… entonces por mientras lo seguiré extrañando.

Mi esposo llegó a casa escasos minutos después de mí, platicamos un buen rato sobre varios temas, pero sobre todo en relación con la existencia del amor ágape, esto en el sentido más antiguo de la palabra derivada del griego y según los filósofos contemporáneos de Platón o como dice la canción el amor verdad e incondicional. Aunque a él parecían aburrirle estos temas, me dijo que estaba sumamente cansado, nos fuimos a la cama y ni tardo ni perezoso cayó exhausto.

Yo estaba inquieta el militar me había dejado prendida y pretendía hacer el amor con mi esposo, a la falta de esto me levanté y me metí al baño. Como venía haciéndolo las últimas semanas, casi todos los días, empecé a masturbarme pensando en A, sobre todo en la ocasión en que sentada en aquel sillón él me decía escuetamente que hacer mientras sólo miraba. Sentada en el WC y con las piernas abiertas me metía uno, dos dedos y conforme empezaba a escurrir terminé metiéndome la totalidad, imaginando que como aquel día él me miraba inmutable mientras yo escurría. Me tuve que tapar la boca para reprimir un grito, que hubiera despertado a mi esposo, cuando me empecé a venir. Me quedé bastante rato aún sentada en el baño disfrutando la sensación del postorgasmo con las piernas apretadas y A en mi cabeza.

Cuando me metí a la cama mi marido dormía profundamente, yo olía a sexo y vinieron a mi mente un par de estrofas de aquella canción que me había descubierto A de Jaime López.

Tus labios tibios quemaban mi cerebro
tu piel de seda cedía sin vestido
y de repente fui a dar al cementerio
la maldición es que sigo estando vivo.

En el hondo pozo de los sueños
suelo yo lidiar con mis demonios
pero al borde a veces solamente
reto al cielo raso en el insomnio.

 

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