Tenía miedo, realmente estaba
aterrada, así lo denotaban la tensión que sentía en el vientre y el
entumecimiento de mis piernas. Mi esposo manejaba y F viajaba en el asiento
trasero, ellos se veían tranquilos y hasta alborozados.
Hace un mes fue nuestro
aniversario de bodas, pero por razones de nuestras ocupaciones decidimos
celebrar hasta ahora. Se puede decir que hemos sido una pareja estable y feliz,
claro con los altibajos que siempre existen en la convivencia diaria, nunca
hemos dejado que la cotidianidad aniquile el cariño y la sorpresa de vivir el
día con día. Como toda pareja, supongo, siempre hemos tenido fantasías en
nuestros momentos eróticos, esas que dan condimento y hacen aflorar la lujuria
domesticada, pero jamás hemos llevado a cabo alguna más allá de nuestras
demarcaciones.
Soy una mujer madura, médico de
profesión y como herencia familiar, pero sólo en las mujeres, mi cabello es
casi completamente cano, así sucedió con mi abuela, con mi madre y con alguna
prima hermana. A los 27 años empezaron a asomar mis primeras canas. Mido 1.83
mts., soy de complexión delgada. Me gusta nadar y lo hago regularmente todos
los días. Tenemos un hijo que cursa la universidad y una hija que recién va a
entrar.
Después de la fecha de nuestro
aniversario y durante un escarceo amoroso, mi esposo me dijo al oído mientras
me penetraba:
—¿Por qué no hacemos realidad lo de estar con
un tercero para celebrar nuestro aniversario? —muchas veces, y digo muchas
veces que se pueden traducir en años, había sido una fantasía recurrente.
—Si quieres hagámoslo —conteste
ingenuamente, sabiendo que cuando pasara el momento quedaría en el cajón de las
ilusiones de “úsese cuando se necesite”, y pensé soltando una ligera sonrisa:
¿a nuestra edad?
Unos días después que llegué del
trabajo él se encontraba en el estudio, entre y lo saludé con un beso:
—Siéntate un momento —platicaba
por video llamada con una persona, acerqué el taburete y me senté a su lado —mira
ella es mi esposa
— Hola E, mucho gusto, ¡que guapa
que eres eh! —el tipo tendría alrededor de 30 años quizá, calculé
—Tú esposo me ha contado de lo que desean
hacer y pues por aquí coincidimos y si te parece bien me agradaría me tomaran en cuenta.
Sorprendida sólo atiné a decirle
que lo platicaría con J, mi esposo, y ya tomada una decisión lo platicaríamos más
en serio.
Sentada en el sofá sentía su boca
succionado mi pezón, lo alternaba con ligeras mordidas alrededor de él, yo
acariciaba su cabello mientras él tenía una mano entre mis piernas intentando
separarlas. Era delicioso sentir y saber que un desconocido tenía mi seno
en su boca, era electrizante el momento. Decidí abrir las piernas y su mano
subió entre ellas acariciándolas. Por la mañana había recortado mi vello púbico
casi al ras, pero no depilado, a diferencia de mi cabello este era negro, me
gustó como se veía, lo observaba mientras me bañaba. Cuando terminé de ducharme
me puse la tanga azul que me había comprado un día antes para la ocasión aún
incrédula por lo que teníamos planeado para la noche.
Abrí las piernas su mano subió
entre ellas...se acomodó y liberó mi pezón, bajo la otra mano y me abrió aún
más, me dejé hacer, con la primer mano hizo a un lado mi braga y acarició
suavemente mis labios vaginales, mientras lo hacia su lengua lleno mi boca en
un beso apasionado como el que me había dado cuando llegamos a la habitación. Buscó
y encontró mi clítoris que acarició sin dejar de besarme. Le mordí el labio
inferior y el respondió de igual manera, mi lengua recorría sus encías y
dientes cuando sentí dos de sus dedos entrado en mi vulva, empezó a moverlos
circularmente y luego a sacarlos y meterlos. Me tenía batida y a su merced,
bajo mi calzón y se colocó hincado entre mis piernas las cuales volvió a
separar a grado extremo con ambas manos.
—Tienes un cuerpo exquisito y tu
olor me seduce —alcanzó a balbucear antes de bajar su cabeza hasta mi bajo vientre
y empezar a lamerme, a morder suavemente mi clítoris para finalmente introducir
su lengua hasta el fondo a veces junto con uno o dos de sus dedos.
Empecé a sentir devaneos, señal
inequívoca que se acercaba un orgasmo. Se escuchó una puerta y abrí los ojos,
era mi esposo que regresaba del baño donde se había metido gracias al alcohol
que había ingerido, se acercó, lo miré con cara contrita y de estupor, mis
labios se contraían, no podía abrir los ojos por completo, se me cerraban a
cada mamada. F ni por enterado se había dado, el continuaba masturbándome a placer.
En un momento que volví a abrir los ojos mi esposo se había bajado el pantalón
y se acariciaba el pene mientras nos veía con ojos vidriosos.
Mis alaridos fueron estruendosos
e inmisericordes con el silencio, con mis dos manos empujaba la cabeza de F hasta
casi asfixiarlo contra mi vagina a un ritmo ya vertiginoso, él no dejaba de
chuparme y en un momento dado sentí su mano casi completa dentro de mí mientras
lamía y sorbía. Me desvanecí unos segundos jadeando, alcanzada ya por los espasmos
del primer orgasmo hasta que sentí que se quedó quieto sobre mi vientre. Un
gran chorro de semen cayó en mi cara sorprendiéndome, mi esposo se había
acercado hasta ella sin que me diera cuenta eyaculando en la frente, los
párpados desde donde escurría por mi nariz, en las mejillas y su último gran
chorro procuró que cayera en mis labios del cual alcancé a sorber una parte.
Cuando terminó se dejó caer en el sillón a un lado mío mientras F seguía entre
mis piernas con su cara recargada en mi vagina y vientre.
—¿Es en serio? —cuestioné a J— Si
que te lo has tomado a pecho ¡eh!, pero mi amor ¿a nuestra edad, ya con hijos
adultos hacer este tipo de cosas?
Estaba un tanto asombrada que se hubiera
puesto a buscar a alguien en las redes porque las usamos estrictamente para
nuestro trabajo y lo esencial con la familia sin más, lo virtual
queda fuera de nuestra realidad, preferimos los contactos e intercambios persona
a persona, de viva voz.
—¿No se te antoja?
—No lo sé, como fantasía suena interesante,
pero implica muchas cosas, durante muchos años sólo ha sido como un sucedáneo
de pasión —sonrío
—Somos adultos, y como dices a
estas alturas estamos más libres de prejuicios sociales y psicológicos ¿no
crees?, además de que es otra manera de compartir la vida que tenemos —mil cosas
pasaron por mi cabeza tratando de anular mi indecisión.
—Vale pues hagámoslo, pero habrá
que buscar bien con quien, para encontrar al indicado con todo, incluso con
nuestra manera de pensar y nuestros gustos —no podría negar que una oleada de nerviosismo
mezclado con entusiasmo recorrió todo mi cuerpo
—Yo creo que lo he encontrado,
desde aquella ocasión que te lo propuse he platicado con varias personas y éste
último es agradable, es educado, tendrías que platicar con él y opinar para
decidir.
Si platicamos en varias ocasiones
y efectivamente era agradable, culto, educado, además de tener una plática
amena. Le dije a mi esposo que estaba lista que eligiera la fecha, pero que tendríamos
que dejar claro algunas cosas entre ellas; que si alguno se sentía incómodo lo terminábamos
en ese preciso instante; que no habría celos ni dramas; uso de preservativo obligatoriamente;
nosotros decidimos se es factible otro encuentro o ahí queda la experiencia;
sólo los tres y nadie más.
J se puso de acuerdo con F en la
fecha y así me lo hizo saber.
—Quedamos el viernes, nos veremos
en el lugar que frecuentamos, y de ahí ya elegimos donde ir— El lugar que frecuentamos
es un bar agradable y tranquilo, con música de dos o tres cantantes que amenizan
el lugar.
—¡Prométeme que me vas a cuidar
amor!
Me lo había dicho con dos días de
anticipación y desde ese momento no dejaba de pensar, desde que ropa ponerme,
como debía comportarme, sino me iba a ver muy vieja, etc. etc. Me compré un par
de vestidos, ropa interior, zapatos y me corté el pelo. Uno de los vestidos me
quedaba arriba de la rodilla y cuando me lo probé me gustó como me quedaba,
pero llegué a pensar sino me vería ridícula. Cuando le mostré a mi esposo me
dijo que estaba perfecto.
Cuando llegamos al lugar el ya se
encontraba ahí, lo vimos y fuimos directo a su mesa, se paró y nos saludó, me
dio un beso en la mejilla y pude sentir su agradable fragancia.
—¡Dios, si que eres alta, y que
hermoso tu pelo! —El era un poco más bajo que mi esposo y que yo, pero era
guapo y se veía más joven en persona.
Durante el tiempo que estuvimos
en el bar no dejó de mirarme y de vez en cuando como si fuera un ademán natural
ponía su mano en mi hombro o bien en el dorso de la mía que quedaba de su lado, yo dejaba que la acariciara. Nos fuimos relajando los
tres y elegimos el lugar al cual iríamos. Después de algunas horas decidimos partir,
lo cual hizo que los nervios hicieran presa de mí.
—Yo traigo coche, pero vivo cerca,
iré a dejar mi auto y así nos vamos los tres en un solo vehículo
—De acuerdo aquí te esperamos,
pero por cualquier cosa que suceda te doy mi número —dijo mi esposo buscando su
teléfono en el saco —creo que lo olvidé en casa, ¿amor le puedes dar el tuyo?
—Si claro —le di mi número y como
a los diez minutos llamo que estaba por llegar, salimos del bar y un par de
minutos después ahí estaba, mi marido pidió el auto y partimos del lugar.
Tenía miedo…
Ya extrañaba leer tus relatos y las imágenes que se crean en la cabeza al leerlos. Saluditos
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